viernes, 12 de septiembre de 2014

Fotografía Post-mortem


    Cuando la descubrí me llamó mucho la atención, y no porque en nuestra cultura sea algo inexistente y se pueda catalogar de morboso. Lo que me hacía pensar era en el sentido que podrían tener, las motivaciones que los familiares tendrían para querer tener una última instantánea de ese ser querido que ya había partido de este mundo...

    La fotografía de difuntos fue una práctica que nació poco después que la fotografía (un 19 de agosto de 1839) en París, Francia, que luego se extiende rápidamente hacia otros países. La práctica consistía en vestir el cadáver de un difunto con sus ropas personales y participarlo de un último retrato grupal, con sus compañeros, familiares, amigos, o retratarlo individualmente. La fotografía mortuoria no era considerada morbosa, debido a la ideología social de la época del Romanticismo. En dicho período se tenía una visión nostálgica de los temas medievales y se concebía la muerte con un aire mucho más sentimental, llegando algunos a verla como un privilegio.
   
 Los retratos mortuorios privados podían encuadrarse en tres posibles categorías según la manera en que se retrataba al sujeto:


  • Simulando vida: en un intento por simular la vida del difunto se los fotografiaba con los ojos abiertos y posando como si se tratara de una fotografía común, por lo general junto con sus familiares. No es difícil notar cual es la persona sin vida ya que -entre otras diferencias-, al no tener movimiento alguno sale muy nítida en la imagen y no así sus familiares. Las tomas se solían retocar a mano usando coloretes o pintando los ojos sobre los párpados cerrados.
  • Simulando estar dormido: por lo general se realizaba con los niños. Se les toma como si estuvieran descansando, y en un dulce sueño del cual se supone que despertarían. En algunos casos los padres los sostenían como acunándolos para aportar naturalidad a la toma.

  • Sin simular nada: se les fotografiaba en su lecho de muerte, o incluso en el féretro. En este tipo de tomas se agregaban flores como elemento ornamental, que no existían en el resto de las fotografías post mortem. Ese tipo de fotografías también se les tomaban a los niños.

  • Fotografías de "Angelitos": El niño muerto fue objeto de culto en las diferentes culturas desde la antigüedad, varía dependiendo de la época y la cultura de que se trate. Se les enterraba con juguetes u objetos de uso cotidiano. En la Europa medieval, además de monumentos funerarios se colocaban epitafios con notas biográficas y frases que expresaban la pesadumbre y el deseo de perpetuar la memoria del niño muerto, invitándolo a tomar su lugar en el coro de ángeles. Por eso a las fotografías post mortem de niños, a partir del siglo XIX se les llamó de "angelitos". Existe una importante cantidad de fotografías de ese tipo, debido el alto índice de mortalidad infantil de dicha época, una familia común sumaban entre 8 y 10 hijos de los cuales solían fallecer la mitad. Tomando en cuenta ese contexto, las fotografías del niño fallecido junto a sus padres y/o hermanos, o simplemente el niño muerto, estaban comprensiblemente aceptadas.
    Por los años veinte o treinta del siglo XX comenzaron a adoptarse nuevas tendencias que alcanzaron incluso la fotografía post mortem. De esta forma, los fotógrafos comenzaron a presentar a los muertos bajo nuevos ángulos y perspectivas: detalles de las manos o de otras partes del cuerpo, con desenfoques selectivos muy controlados y realizando primerísimos planos de ciertas zonas del fallecido, o bien imágenes muy cercanas al fotoperiodismo actual. Son tomas que en muchos casos resultan impresionantes por su dramatismo y cuidada iluminación.

martes, 24 de junio de 2014

Apuntes...





Raphael de Alfonse de Lamartine 

Lamartine es un escritor, poeta y político francés del periodo romántico...mi época literaria favorita.





"Hay sitios, climas, estaciones, horas, circunstancias externas de tal modo en armonía con ciertas impresiones del corazón que la naturaleza parece formar parte del alma y el alma de la naturaleza; a tal punto que si se separa el drama de la escena y la escena del drama, aquélla se descolora y el sentimiento se desvanece. Quitad las playas de Bretaña a Renato, las sabanas del desierto a Atala, las nieblas de la Suabia a Werther, las cálidas regiones y sus ardientes melancolías a Pablo y Virginia, y no comprenderéis ni a Chateaubriand, ni a Bernardino de Saint-Pierre, ni a Goethe. Las cosas y los lugares se unen por un lazo íntimo, porque la naturaleza es una en el corazón del hombre como ante sus ojos. Somos hijos de la tierra. La vida que alimenta su sabia y nuestra sangre es la misma. Todo cuanto la tierra, nuestra madre, parece experimentar y decir a nuestros ojos en sus formas, en sus aspectos, en su fisonomía, en sus melancolías o en sus esplendores, tiene eco en nuestro ser. No se comprende bien un sentimiento sino en los sitios donde ha sido sugerido o engendrado."

"Su compañía debía serme agradable porque su alma y la mía se hallaban unidas por el sentimiento común hijo del desencanto. Sufrir los mismos dolores es bastante mejor que gozar los mismos placeres. EL sufrimiento une dos corazones con vínculos más fuertes que los de la dicha."

"Yo ni soñé en ver ni en ser visto y menos aún en amar. Por el contrario, gozaba y me enorgullecía de ello, con haber logrado desterrar de mi corazón semejante puerilidad y con bastarme a mi solo para sufrir o sentir en este mundo. En cuanto a felicidad, ya no creía en ella ."

"En una palabra, yo tenía inconscientemente todos los pensamientos, todos los transportes y todos  los refinamientos de la pasión antes de haber sospechado siquiera que amaba. El amor no era en mi meramente un síntoma, una mirada, una declaración o un signo, contra el cual pudiera yo prevenirme, era como uno de esos miasmas invisibles de que se halla a veces saturada la atmósfera, que me rodeaba y me envolvía, en el aire, en la luz, en el tiempo que pasa, en la soledad de mi existencia, en la misteriosa atracción de esta otra existencia, al parecer, también sola, en esas largas excursiones que no me alejaban de ella sino para poseerme más y más del atractivo irreflexivo que me cautivaba."


"En la fascinación, en fin, de aquella belleza fantástica, que tanto había contemplado sin mirarla y que veía cerrando los ojos a través de las pareces cual si fueran transparentes."


"Hay seres que brillan, que subyugan, que lo atraen todo hacia su esfera de acción sin pensarlo, sin quererlo y aun sin saberlo. Diríase que ciertas naturalezas tienen un sistema como los astros, y que hacen gravitar a su alrededor las miradas, las almas y  los pensamientos de sus satélites. La belleza física o moral es su fuerza, la fascinación su poderoso atractivo, el amor su emanación, se les sigue en la tierra y hasta al cielo adonde remontan su vuelo en la primavera de su vida; después que han desaparecido la mirada se desvanece y la vista queda como absorta. El vulgo mismo comprende la superioridad de estos seres yo no sé por qué señales, y los admira sin comprenderlos como los ciegos de nacimiento que sin haber visto el sol presienten la impresión de sus rayos."



"Nuestras vidas continuaron unidas por el espacio, como separadas por el misterio desde el principio."


"La tendencia del hombre al amor es tal, que no se cree verdaderamente hombre hasta el día en que tiene la conciencia de amar con toda su alma. Hasta ese día busca, se inquieta, se agita y vaga alrededor de sus pensamientos; desde ese día se para, descansa como quien ha llegado al fondo de su destino."


"Imposible me hubiera sido explicarme a mí mismo este gozo o más bien esta serenidad interior. Era a modo de un secreto sin fondo que se hubiera revelado en mí por sensaciones y no por palabras, una cosa en cierta manera semejante a esa impresión que experimenta la vista al entrar en la luz después de las tinieblas o un alma mística al entrar en la posesión de Dios. Era aquello un resplandor, un desvanecimiento, una embriaguez, un vértigo, una paz sin postración y una inmovilidad. En aquel estado hubiera podido vivir tantos miles de años como olas rompía el lago en la arena de su playa, sin notar haber vivido más segundos que los invertidos en una de mis respiraciones. Tal debe ser para los espíritus inmortales el cielo, la cesación del sentimiento de la duración del tiempo: ¡un pensamiento inmutable en la eternidad de un momento!..."